ELISEU RECLUS
Estos ojos claros que nos miran desde el papel son los de Eliseu Reclus, geógrafo y anarquista; impulsor y creador de muchos de los nuevos conceptos que sobre la geografía se tiene en la actualidad. Nacido en Sainte Foy Los padres de Reclus tuvieron catorce hijos, de los cuales sobrevivieron once. El padre era pastor protestante, y en su concepción del mundo dios ocupaba por supuesto el lugar preeminente. Tuvo una gran influencia sobre los niños: éstos admiraban su sinceridad y su generosidad de hombre bueno, pero al mismo tiempo rechazaban la fe ciega que depositaba en
Elie, el hermano mayor, fue el guía y el gran amigo de Eliseu; juntos escaparon una vez de la facultad para ir a conocer el mar. Eliseu resuelve hacerse geógrafo durante el transcurso de un viaje que realiza a pie desde Berlín (donde seguía los cursos de Karl Ritter, discípulo de Humboldt) hasta su casa de Orthez en compañía de Elie, a quien recoge en Estrasburgo, y de un perrillo que no les abandonó en todo el camino. En Montauban ambos habían empezado ya a participar en política: eran los días previos a
Del paso de Reclus por
En 1864 entabla amistad con Bakunin, afiliándose a
En 1892 visito España, donde llego a ser muy conocido; publicándose sus folletos y algunos de sus libros en periódicos y revistas obreras. Una de sus obras más importantes, que causo un gran impacto en la época fue “El Hombre y
Los grandes divulgadores en España de la obra de Reclus fueron Francisco Ferrer Guardia, fundador de
En 1869 publica Reclus su “Historia de un arroyo” con la casa Hetzel, editora a la sazón de las novelas de Julio Verne. Ambos fueron estrictos contemporáneos: Verne nació apenas dos años antes y los dos murieron el mismo año. Sin duda se conocieron, y se sabe que el novelista, que apenas se movió de Francia, utilizó frecuentemente los estudios geográficos de Reclus cuando quiso describir los escenarios de sus historias, aventureras y aportar verosimilitud al relato con los datos científicos minuciosamente registrados por el geógrafo.
“La Geografía Universal” de Reclus constaba de 19 volúmenes y contó con numerosos colaboradores. Piotr Kropotkin se encargó de la parte rusa. En el prólogo a “Historia de una montaña” cuenta que en una ocasión le preguntó a su amigo (reflexionando sobre algunas pinturas que había contemplado en El Prado) por qué lo que es muy bello vive durante siglos, y que Reclus le contestó: “Lo bello es una idea pensada en sus detalles”. En una época en que todavía quedaban en el mundo zonas en blanco, inexploradas, Eliseu Reclus trató de completar el puzzle ofreciendo croquis y mapas sobre grupos humanos, vegetación, climas, acontecimientos, y poniendo en relación todo eso.
En 1870, al estallar la guerra franco-prusiana, se alistó en la sección aeronáutica de
Para
Eliseu está enterrado junto con Elie, su hermano mayor en Ixelles (Bruselas), bajo una sencilla losa pegada a la tapia del cementerio en la que sólo aparecen grabados los nombres de ambos y las fechas correspondientes. Tampoco existen ya, por un golpe de fatalidad, muchos de los documentos y planos que el geógrafo fue reuniendo a lo largo de toda una vida de trabajo. En 1923 un sabio japonés, Mr. Ishimoto, quiso abrir en Tokio un Instituto de Geografía Eliseu Reclus. La biblioteca se empaquetó y fue enviada para allá; las cajas estaban en el puerto de Yokohama esperando a ser desembarcadas cuando se produjo el terrible terremoto de 1923: el incendio del muelle provocó el hundimiento del barco con toda su carga.
A pesar de estas desapariciones, el nombre de Reclus sigue siendo recordado por lectores de muchos países y ha sido transmitido de padres a hijos. Los más jóvenes pueden llegar a descubrirlo conociendo su ingente obra o asomándose a algunos lugares y a través de diferentes publicaciones que aún hoy son accesibles. Mejor que eso, vale la pena salir al campo un día de sol y seguir el rastro del agua, seguir el río en busca de su fuente, sentir el aire en la cara, sentirse parte del mundo y desear compartir eso con otros.
No es posible relatar en tan poco espacio la vida de un grande, sencillo y sabio geógrafo y anarquista que con un lenguaje más literato que científico transmitió lo que la ciencia debería ser “La ciencia no debe ser un monopolio de los profesionales: la ciencia tiene un sentido amplio y abarca el conocimiento que resulta de la experiencia de la vida y que se ha aprendido en la calle, en el taller, etc. Todos debemos observar, aprender y transmitir lo que hemos aprendido en la gran escuela del mundo”.
Ojala la lectura de alguno de sus libros cause la misma impresión que me suscito a mi, cuando allá por los inicios de la década de los setenta tuve en mis manos cuatro de los magníficos siete volúmenes de su magistral obra “El hombre y
Pedro Ortega.
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