Con este artículo, iniciamos una serie de cuatro, en donde Jaume Balboa, miembro de la escuela libre de Barcelona, nos explica -de forma magistral y amena- laimportancia que los estados conceden al miedo como elemento paralizador de los pueblos.
Entre el miedo y la violencia. Estrategias de terror y de represión para el control social
0.Presentación
Se propone un esquema explicativo del miedo, con sus efectos y consecuencias, tanto en los individuos como en los grupos sociales, para situarnos el mito de la Seguridad en el centro de este fenómeno. Trasladado a la sociedad, el miedo nos manifiesta la intensidad de violencia que el Estado requiere para su control, así como sus estrategias de expansión institucional y sus dotaciones represivas a corto y medio plazo. Es decir, el miedo como elemento necesario para legitimar el desarrollo de la violencia legalmente organizada.
Así, gran cantidad de miedos acechan los ciudadanos de los Estados ricos: terrorismo internacional, terrorismo doméstico, epidemias, pandemias, atracos, robos, etc. Miedos que sirven para desarrollar cada esfera de poder; cada cuerpo armado; cada estructura represiva.
1.Caminando sobre el Miedo
Vivimos sobre el miedo. Miedo al fracaso, miedo a la soledad, miedo a la muerte. Miedo a la pobreza, miedo a la marginación. Miedo a enfermedades, a la inseguridad. Miedo a la exclusión. Miedo a los delincuentes, miedo a la prisión. Miedo a los extraños, miedo a perder el trabajo, a perder la vivienda. Miedo a la violencia. Y miedo tras miedo marcan el sino de nuestras acciones, de nuestras decisiones, de nuestras opiniones y de nuestra visión de la sociedad. Una auténtica oleada de miedos y temores se expanden por el cuerpo social. Pero, antes de nada, ¿qué es el miedo?
El mecanismo del miedo (Según la RAE: 1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. 2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. ) puede esquematizarse a partir de los siguientes elementos: el objeto que causa el miedo, cierto desconocimiento (sobre el objeto o sobre cómo afrontar el peligro), la parálisis y la reacción hacia la seguridad buscada por parte del sujeto atemorizado. El elemento común a todo temor, a todo miedo, es cierto desconocimiento sobre el objeto que lo genera: toda una aureola de ignorancia cubre el fenómeno en sí (sea una bruja, una posible pandemia, un enemigo poderoso, una amenaza natural de efectos catastróficos, un terrorista, un Dios, etc.). Podemos afirmar que el miedo aumenta de manera directamente proporcional al desconocimiento sobre el objeto temido o al desconocimiento (o impotencia) ante cómo afrontarlo.
Y es que la fuerza del miedo radica en la capacidad que tiene para acabar con los planteamientos racionales. Por tanto, el miedo se centra fundamentalmente en la dimensión más emotiva de los individuos y, así, se prestan más fácilmente a la persuasión, que opera básicamente sobre la emoción. Y la puerta de entrada a esta dimensión más emotiva es la ignorancia (de cómo afrontar el miedo, del peligro que acecha). Este desconocimiento, pues, es un elemento clave en el miedo, tanto si el peligro que lo encarna tiene base real, como si, simplemente, es un fantasma.
Es por ello que en el dominio de la sociedad, los dioses y las explicaciones místicas han tenido un papel fundamental. Los dioses y sus castigos han sido la fuente explicativa de las desigualdades y las injusticias de organizaciones sociales diversas a lo largo de la historia. Pero no sólo las religiones se han puesto al servicio del miedo y del proyecto de dominio. La ciencia actual cumple la misma función, en tanto que explica, legitima, participa y busca reproducir la organización social contemporánea. De esta manera, encontramos explicaciones científicas en la construcción de auténticos fantasmas. O dicho de otro modo, la mayoría de los fantasmas actuales son construcciones "científicas".
Un ejemplo de esto es el efecto 2000 de los ordenadores, donde explicaciones de todo tipo y pruebas técnicas de elevados costes sirvieron para generar un clima de incertidumbre global. Aparecieron noticias de graves errores en centrales nucleares, en el suministro energético, en empresas, instituciones, bancos, etc. Un gran fenómeno terrorífico que permitió especialmente alimentar al sector informático con grandes cantidades de partidas presupuestarias.